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jueves, 12 de enero de 2012

Soledad...

Con la soledad entre mis brazos 


bailo un tango traicionero. 


Mis propias manos me apuñalaron 


una tarde de otoño. 


Y hoy estoy aquí, perdonándome 


por aquellos que no quisieron perdonar


castigándome por aquellos que me abandonaron 


en un mar de risas burlescas, 


aislándome de todo lo que me queda por destruir. 


Clavé un cuchillo en mi rostro, clavé una espina en mis ojos


clavé estacas en mis entrañas y aun así no morí. 


La infelicidad es inmortal, el castigo terrenal es eternno, 


dulce y traicionero. 


Bailo el tango de la soledad las tardes soleadas 


con sabor a estio con el demonio, ese demonio que es mi propia sombra...

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